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Maratón de Halloween: La maldición de Bly Manor

9 horas de terror y suspense son el ingrediente perfecto para llenar una velada de lo más entretenida esta noche de Halloween


: : Por Raquel Barba

Puntuación: 7/10

Bly Manor es una mansión en la que viven Flora (Amelie Bea Smith) y Miles (Benjamin E. Ainsworth), dos hermanos muy especiales que han quedado recientemente huérfanos, que viven tutelados por su tío -un abogado absorbido por el trabajo y con muchos secretos oculto- y tutorados por el personal que vive con ellos en la mansión.

            Una niñera que establezca una disciplina a los dos pupilos se hace necesaria, pero la catástrofe inunda una vez más la propiedad cuando la aupair se quita presuntamente la vida. Entonces entra en juego la nueva niñera, Danielle (Victoria Pedretti), quien se enfrentará al fantasma de su pasado mientras empieza a descubrir los espíritus que alimentan la maldición de Bly Manor.

            Un relato lleno de tensiones es el principal atractivo de la serie, que llega a captar la atención del espectador desde el desenlace del primer episodio. Poco a poco todo empieza a cobrar sentido, pero las extrañas presencias que habitan la vivienda tienen unos objetivos claros para con los vivos…

            Llega un momento en el episodio 5, sin embargo, en el que la estructura de los capítulos se vuelve muy ambigua hasta el punto de provocar una caída en la atención del público, pero, con un poco de paciencia, esos sinsentidos empiezan a cobrar sentido. Aunque, en mi opinión, algunos sobran.

            Pero el clímax llega en el episodio 8, cuando la mayor de las intrigas, el origen de la maldición que da nombre a la producción se destapa por completo y todos los cabos sueltos empiezan a unirse, dando sentido al rompecabezas.

            En ese momento el ritmo empieza a descender hasta caer por completo hacia la mitad del noveno y último capítulo. No obstante, la escena final de la serie hace que florezca un sentimiento de complicidad y nostalgia en el público que hace merecer la pena las astillas que presenta el desarrollo de la producción.

            Entonces, si buscáis una serie corta, de una única temporada, para hacer un maratón la noche de Halloween de este año, Bly Manor será el lugar idóneo para ello, porque, del modo en que terminó la serie, no parece que vaya a haber una segunda temporada. Y he de decir que una nueva entrega no resultaría nada satisfactoria después del descafeinado final que dejó el noveno episodio. Además, ya es la secuela de una serie, La maldición de Hill House, pero podría perfectamente tratarse de una producción independiente. Regresaremos con esta primera entrega en otra ocasión.

            ¡Y recordad! ¡Seis personas como máximo y hasta las 00:00! Después de esa hora salen los monstruos…

En mi humilde opinión

En muchos aspectos habría cambiado la forma en que termina la serie.

¡ALERTA SPOILER!

Con el bombazo del octavo episodio, y sabiendo dónde reside el origen de la maldición, con el aliciente de las evidentes similitudes entre Flora y la hija de Viola (Kate Siegel) –que hace evidente la perpetuidad del patrimonio de la familia a lo largo de siglos- habría estado genial haber ahondado en el lago, desenterrando el baúl y entregándoselo a la niña, haciendo así posible un final de este tipo: El espíritu errante de Viola queda en paz al haberse cumplido al fin su última voluntad. Todo queda en la mansión, que podría haber sido incluso una casa-museo, con una exposición de todas las pertenencias del baúl y la apasionante historia de la propiedad –hasta que, quién sabe, una guerra o un terremoto, ¡o incluso un ladrón! profanasen de nuevo el lugar y se diese paso a una nueva temporada-.

            No obstante, la dirección opta por prolongar el relato interno varios años en el futuro, con una narración bastante plana en comparación con la elevada tensión del final, y que el regreso al pasado no logra remontar. Mucho más edulcorados resultan los diez últimos minutos, en los que se retoma la estructura empleada al principio de la serie, aunque de una forma, si cabe, mucho más descafeinada. Aunque un punto que hace al espectador irse con un buen sabor de boca al fin y al cabo es un guiño al relato cíclico y el paso del tiempo, estableciendo una conexión eterna entre un pasado olvidado, un presente de complicidad y un futuro por crear.

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